sábado, 2 de diciembre de 2017

Ercilio Pedro Gianserra 1942 - 2017

A los 75 años de edad falleció en el locutor y conductor Ercilio Pedro Gianserra. Fue un gran referente de la radio y de la televisión rosarina sobre todo en la década de los 70. Estaba internado en un sanatorio de la ciudad por un problema de divertículos que se agravó por una cuestión intestinal. Sus restos fueron inhumados en el cementerio de Funes. En la actualidad conducía su programa en las mañanas dominicales de LT3 desde hace 37 años
Gianserra nació el 20 de septiembre de 1942 y tuvo una larga trayectoria profesional, principalmente en Canal 5 y la emisora LT3, donde condujo durante más de 35 años el programa "Musicalísimo". Pero también trabajó en las otras radios AM de la ciudad. Fue asimismo pilar en Canal 5, allí condujo en 1068: "Almorcemos juntos". "En ese momento, la TV local tenía muy pocas propuestas y Ercilio se transformó rápidamente en un artista reconocido", rememoró José "Pepe" Grimolizzi, que fue su socio en la organización de los bailes populares en el club Servando Bayo entre 1968 a 1973. "En el año 69 trajimos a Joan Manuel Serrat". En los 70 estuvo al frente de "La Botica del Cinco". Jorge Cánepa recordó que el programa del mediodía llegó a medir 60 puntos de rating. Y destacó  que Gianserra llegó a ser un "animador y empresario exitoso que movilizaba multitudes".
"Venga... pasemos un rato juntos, entérese lo que pasa... en todo el mundo... vengaa la música ya comienza... Musicalísimo"... Los domingos Musicalisimo, con Gianserra por LT3, Radio Cerealista.

En un homenaje a la locutora Pily Ponce, Gianserra aludió a los embates que en distintos momentos sufrieron “por los militares, o los inversores, que no saben que la radio no es un burdo negocio, sino una pasión”. Al reconocer a la querida Pily Ponce mencionó que “ha sido, es y será una luchadora” y también destacó que posee “los códigos de la vieja radio, de respeto al colega, al oficio”. Como tantos otros, que viven fuera de la capital, logra que el viejo ComFeR le otorgue su carnet habilitante N° 5831, como Locutor Nacional el 14 de julio del año 2000.
En 2015, en la apertura de la décima edición de Una Mirada Mayor – Festival de Cine para la Tercera Edad, se realizó un homenaje y se reconoció a periodistas, locutores, conductores, productores y animadores infantiles de los canales 5 y 3 por sus aportes a la cultura de la ciudad. Ercilio era uno de ellos, llegó tarde sobre el cierre del homenaje. Subió al escenario del teatro La Comedia en bicicleta, provocando con ello una simpática situación y, por ende, la risa de los espectadores.

El Negro Álvarez mencionó en un reportaje que nunca pensó en ser humorista: "Lo hacía simplemente. Un día conté unos cuentos en una reunión de agencias de publicidad en LV2 de Córdoba, al gerente artístico le gustó y me contrató para un micro de humor", dijo. Luego llegó a Rosario, con Ercilio Pedro Gianserra "y ahí fue un boom y empezó todo". Esa dupla llegó a grabar "Las historias del Negro Álvarez", para el sello RCA.
El periodista, Carlos Barulich, recordó su debut junto a Gianserra:
Hasta siempre querido Ercilio... Y gracias por aquél día de febrero de 1975...
En febrero de 1975 debuté en la televisión en el programa "La Botica del 5", conducida por Ercilio Pedro Gianserra. Cuarenta años después, en octubre de 2015, se lo pude agradecer cuando hicimos un programa de "Los caminos de la vida" con él. Fue en el bar de la Estación Fluvial de Rosario el encuentro. Y allí nos contó su vida. Fue muy generoso conmigo hace cuarenta y dos años, lo fue hasta sus últimos días, cuando leía poemas de humor de mi libro "Setenta rimas y ninguna buena" los domingos, en LT3 de Rosario. Nació para ser conductor y animador, se dio cuenta a tiempo un día, y abandonó sus estudios de odontología. No me imagino cómo hubiese sido como dentista, lo que sí puedo decir es que fue fiel a su vocación. Y no le ha ido nada mal. Festejábamos los cumpleaños el mismo día, el 19 de septiembre, aunque él me llevaba algunos años. Se fue un conductor de alma, se fue, además, un gran tipo, al que se le caía la generosidad del cuerpo y del alma. Se fue un locutor que era feliz dibujando sonrisas en los imperceptibles rostros de los oyentes de la radio. No sé si tan imperceptibles, porque él era capaz de imaginar esas sonrisas lejanas. Solamente los quiero invitar a recorrer los caminos de la vida de Ercilio Pedro Gianserra. Y a vos, querido Ercilio, no tengo demasiado para decirte. Sólo gracias, sólo eso, nada más que eso, nada menos que eso. Abrazo eterno.
La Sociedad Argentina de Locutores, filial Rosario ·
La Junta Directiva Seccional con gran pesar comunica el fallecimiento de Ercilio Pedro Gianserra, quien fuera por décadas afiliado de SAL Rosario. Sus restos son velados en Caramuto. Parte de la historia de la radiofonía del litoral argentino. Programas como el Club de la Gente Joven en la década del 70 en LT8 Radio Rosario marcó una época. Ercilio lo realizaba en sociedad con Pepe Grimollizi y junto a Oscar Otranto, entre otros integrantes. Como "plus" singular, realizaba bailes con la presencia de cantantes y grupos consagrados en los clubes de barrios (entre otros Central Córdoba), fue una consecuencia inmediata de dicho espacio radial.
Detrás de la escena
En su libro: "Un hombre valiente y otros sueños de barrio", Jorge Cánepa contó esta historia con Gianserra:
Juan Carlos Mareco decía que lo mejor del espectáculo no siempre aparece para el público. Y tenía razón. Yo era casi un niño y miraba absorto lo que pasaba en ese colectivo pequeño, humilde, de pocos asientos. Eran personas distintas. Hablaban de cosas desconocidas para mí. Bambalinas, proscenio, decorados, apuntador, no eran palabras que se usaran en las charlas cotidianas de la gente del barrio Azcuénaga. Eran actores, hombres y mujeres que se trataban como una familia y que estaban de gira. Algunos hablaban a los gritos, otros viajaban callados, corno ausentes.

Yo no los conocía pero, rápidamente, me hicieron sentir uno de ellos. Me convocaron urgente y fui. Lapunzina, el bandoneonista, se había enfermado y la función no se podía suspender.

La compañía radioteatral de Osvaldo Copes, un locutor y actor, primera figura de la radio, estaba anunciada en San Nicolás y hacia allá viajábamos. La obra se llamaba "Con Gramilla Alderete, ¡nadie se mete!", y se desarrollaba en una estancia. El músico tocaba en un supuesto patio de tierra durante distintas situaciones que se armaban en la trama. Allí aparecía, varias veces, mi amigo con el fuelle y tocaba zambas, chacareras y cuecas para que bailen los personajes. Pero yo tenía que hacerlo con el piano que, por supuesto, no podía aparecer en ese ámbito.

Me pusieron afuera, escondido entre los cortinados, y me vistieron de paisano, con la ropa del bandoneonista, para salir en el saludo final. Sin ensayo ni experiencia cometí varios errores. Cuando iba la zamba sonaba una cueca o una chacarera cuando no había baile. Pero zafé. Los actores me dieron algunos cos­corrones cuando salían de escena pero, en general, dignamente llegamos al final. Me agarraron de un brazo y aparecí en el escenario, integrando una línea, todos tomados de la mano. Entonces escuché las carcajadas. Algunos me señalaban y codeaban al que tenían al lado. Se advertía claramente que me habían dado dos botas del pie derecho.

¡Fuerte el aplauso para el joven pianista! ­gritó Copes, estrella de la humilde compañía. A la vuelta los actores siguieron apostando a su juego favorito: el número final de la patente del primer auto que viniera de frente. Ya estábamos en la década del 60 y el radioteatro ingresaba, lentamente, al pasado.

La televisión ingresó a todos los hogares y cambiaron las costumbres. Se impusieron programas de entretenimiento e información y en la vieja pantalla de blanco, negro y grises del primer canal rosarino, integramos un programa llamado "La Botica del 5". Junto a Ercilio Gianserra y el gran actor Mario Sánchez ocupábamos los domingos al mediodía con un elenco de grandes figuras locales y nacionales. El éxito no tardó en llegar y provocó que rá­pidamente saliéramos de gira, para actuar en vivo, por las ciudades y pueblos que recibían la señal televisiva con las viejas antenas repetidoras.

Un sábado a la noche, después de presentarnos en Capitán Bermúdez y Cañada de Gómez nos dirigíamos a la ciu­dad de Rojas en la Provincia de Buenos Aires. Manejaba Gianserra, animador y empresario de las presentaciones. Como siempre, se había hecho tarde para el último show y el conductor tomó una ruta alternativa, de tierra, para llegar a horario. Cuando estábamos atravesando unos campos absolutamente desconocidos, sin señalización, la lluvia que nos había acompañado toda la noche, se hizo más intensa. Sin otras luces que las de nuestro auto y sin otro paisaje que alambrados y oscuridad, de repente, el coche quedó atascado. No existían celulares y quedamos solos, en el medio de la nada, incomunicados.

Se produjo un silencio pesado y se escuchó la voz de Ma­rio Sánchez, hablando con voz temblorosa, como su per­sonaje Bartolito: ­Y ahora, ¿qué hacemos? ­Ercilio se puso un piloto, abrió la puerta y salió. Mientras saltaba el alambrado gritó: ­Esperen aquí. ­Y se fue. Se perdió en la noche cerrada, rumbo a la nada.

Había pasado más de una hora y entonces divisamos, a lo lejos, una pequeña luz que avanzaba hacia nosotros. Se fue acercando y en un rato vimos algo insólito: un tractor manejado por un lugareño y parado en un estribo, Erci­lio. Había llegado a una chacra, lo arrinconaron los perros contra un árbol y en ese momento el dueño de casa salió con una linterna y una escopeta en la otra mano. Iluminó el lugar siguiendo los ladridos y exclamó: ¡Gianserra! ­El hombre veía el programa y lo reconoció.

De buena gana, puso en marcha el tractor, vino rápida­mente, nos sacó del barro, saludó y se fue. Llegamos a Rojas a la madrugada. Quedaba muy poca gente que aplaudió cuando el animador, sin los zapatos que había perdido en el campo, mojado de pies a cabeza, subió sólo al escenario para explicar lo sucedido y prometió volver otro día para cumplir con la actuación.

­Ercilio, ¡muchacho loco! ­afirmó Mario cuando tomamos la ruta 8 para volver. ­Qué lástima que no vino mi hermano, el Cacho­ le dijo una señora a Jorge Corona, mientras saludaba en la puerta a todos lo que habían reído sin parar, durante las dos horas que duró su actuación. El cómico estaba encantado con el público de Salto Grande que había llenado la sala esa noche. ­¿Y por qué no vino? ­preguntó el cómico. ­El tiene una discapacidad y no se puede desplazar contestó la mujer. ­Espere, no se vaya señora­ le pidió, mientras respondía con chistes y acompañaba al público que salía.
Cuando todos se habían ido, llamó a los que integrábamos su elenco y le pidió al acordeonista que trajera el instrumento.

-Vamos a lo de Cacho, señora -dijo, mientras subíamos a dos autos. Atravesamos el pueblo y llegamos a un barrio de casas bajas, humildes y pintorescas. El acordeonista tenía las instrucciones y cuando abrieron la puerta atacó con una tarantela. Haciendo palmas, entramos todos cantando. El hombre se despertó de golpe, asustado, mientras Corona se acostó al lado, en la cama en la que descansaba. Mientras le pegaba con el legendario sombrero negro le dijo: -Cacho, ¡no viniste traidor! -El ruido despertó a todo el vecindario que enseguida se sumó con sidras y cervezas. Hubo canciones, anécdotas y una hora más de chistes. El sol nos encontró riendo. Dijo Osear Wilde: El arte de la música es el que más cer­cano se halla de las lágrimas y los recuerdos. Yo tuve suerte. Conocí artistas que transformaron las lágrimas en sonrisas y los recuerdos, en dulces momentos.




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