sábado, 7 de junio de 2014

Sanata

Hace más de un año, por medio de un comunicado, los compañeros de Canal 13 y TN plantearon un serio interrogante a los laburantes de prensa, a los que hacemos periodismo desde las bases, desde el llano verdadero, que nada tiene que ver con el título de un promocionado programa de TV
Por: Carlos Rodríguez, Periodista de la Sección Sociedad del diario PáginaI12
Con el título de ¿Sabrán ellos?, los trabajadores de prensa de esos dos medios indagaron acerca del compromiso con la verdad, con la independencia y con el periodismo, en definitiva, que tienen los periodistas “renombrados” que todos los días “editorializan acerca de la realidad de la Argentina”. Esos periodistas que invitan a sus programas a “sindicalistas, políticos, intelectuales, luchadores sociales” para polemizar sobre “democracia o libertades cercenadas”.
Esos mismos periodistas que denuncian el miedo que “dicen que impera en nuestra sociedad”, que siempre informan opinando, que hablan de salarios que no alcanzan, que denuncian corrupciones, persecuciones o faltas graves a la convivencia democrática. Esos periodistas que, sin embargo, desconocen –o fingen desconocer, diría yo— lo que ocurre puertas adentro de Canal 13 y TN, “en los rincones donde a ellos nunca se los ve, ahí donde el periodismo se ejerce en forma anónima”. Lo mismo podríamos decir de los “rincones” ignorados en otras redacciones, desde Clarín y La Nación hasta PáginaI12 y Tiempo Argentino, donde los que hacemos el diario todos los días, siempre tenemos un lugar secundario. Es secundario en cuanto a salarios, reconocimientos, no es secundario nuestro rol en la producción de diarios, revistas, páginas web, agencias de noticias, radio y televisión. Nuestro rol, en la tarea cotidiana, es fundamental.
Los compañeros preguntaron: “¿Cuán independiente puede ser un periodismo que se ejerce bajo la mirada férrea de una empresa que no deja que existan otras miradas”. Una empresa manejada con la férrea mano del multimedio Clarín, que provoca hacia adentro el miedo del que hablan los “destacados” columnistas, una empresa que “no permite la libertad de opinión entre sus trabajadores”, una empresa en la que “sólo se discute y se debate en voz baja en los pasillos”, una empresa donde “la libertad sindical es vista como acto que siempre subvierte” los intereses empresarios.
Los compañeros de Canal 13 y TN dijeron verdades que, en mayor o menor medida, nos comprenden a todos. Nos involucran o deberían involucrarnos a todos los que hacemos periodismo todos los días del año, todos los días de nuestra vida, recorriendo la calle, las villas, el “campo” real --alejado de la Sociedad Rural y de los gobiernos--, cubriendo inundaciones o protestas sociales, represiones policiales, juicios orales, siempre informando desde el lugar de los hechos, con data propia. Con esa mezcla de objetividad y subjetividad que todos tenemos, pero en nuestro caso, con el fundamento de haber estado donde había que estar en el momento en el que había que hacerlo. Somos los que alimentamos de información cruda y directa a los “grandes opinólogos” que luego nos distorsionan, nos manipulan la información o si no tienen por donde entrarle, nos ignoran.
Por eso, los compañeros de Canal 13 y TN se preguntaron si los “renombrados” sabrán –lo saben sin duda pero se hacen los distraídos— que “las voces que se generan, ahí donde los reflectores iluminan, llegan a miles (a millones) de personas gracias a que en la oscuridad del estudio, detrás de las cámaras, cientos de trabajadores hacen su trabajo para que esto suceda”.
La realidad que plantearon los compañeros, está muy extendida, al punto que abarca a todos los medios gráficos y audiovisuales de la Argentina, en mayor o en menor medida. Hace unos años, Jorge Lanata, abanderado del periodismo “independiente”, se enojó mucho porque en el 25° aniversario de PáginaI12 lo habían ninguneado porque ni siquiera recordaron, las actuales autoridades del diario, que él había sido el primer director periodístico del matutino, entre “1987 y 1996”, según sus propias palabras. En realidad, en los hechos, Lanata se fue del diario en 1995, año en el cual la empresa editora de PáginaI12 produjo el despido de 70 compañeros.
Claro que Lanata no estuvo entre los despedidos. El se fue por propia voluntad, para no “cargar” con los despedidos. Se fue, según reveló muchos años después, porque consideró una “traición” que Clarín, a través de Magnetto, comprara el paquete mayoritario de editorial La Página S.R.L. En ese trágico 1995 para los trabajadores del diario, como Comisión Interna de trabajadores le pedimos a Lanata que nos explicara qué estaba pasando.
Teníamos la versión del desembarco de Clarín, confirmada por los despidos –es lo que pasa siempre que el multimedio pone un pie en cualquier empresa— y por compañeros del matutino de la señora de Noble, pero tanto Magnetto como la dirección de PáginaI12, lo negaron siempre, hasta hoy cuando nadie duda de que ese desembarco existió.
La “rebeldía” de Lanata fue la de irse sin pelear y sin darle ninguna explicación a los trabajadores que él mismo había llevado al diario. Como Comisión Interna le pedimos a través de intermediarios que viniera a una asamblea a explicar lo que nadie explicaba, pero nunca nos dio bola.
Lanata siempre rechazó la actividad sindical. Siempre fue lo que hoy muestra sin tapujos. Si no creen lo que digo, lean una nota que escribió en la revista El Porteño, en 1986, sobre la ejemplar lucha sindical que dieron en su momento los compañeros del primer Tiempo Argentino, durante el gobierno de Alfonsín, ante el cierre del diario. El editorial de Lanata mereció el repudio de los trabajadores, que tuvieron que pedir derecho a réplica en El Porteño.
Cuando llegamos a Página, en mi caso antes de la primera edición, para trabajar en los “números cero”, Lanata nos dijo que la plata que tenían era para “tres o cuatro meses”, pero prometió que si el éxito acompañaba al diario, íbamos a tener “participación en las ganancias”. Yo tenía algunos años y experiencia en medios. Nunca le creí. Sobre todo porque Lanata siempre tuvo el discurso de un empresario y no el de un compañero trabajador de prensa. Ni siquiera el de un director periodístico. Habló siempre el lenguaje de los empresarios.
En un reportaje publicado en la revista La Maga, en noviembre de 2011, Lanata habla de PáginaI12 como un producto “unipersonal”. Del reportaje surge que “él” fue quien “hizo” el diario. Afirma que Horacio Verbitsky es más “político que periodista”. Olvida que Página 12 empezó a figurar en los corrillos periodísticos, aunque no vendiera muchos ejemplares, a partir de la repercusión que tenían los artículos de Verbitsky, la doble página de los domingos.
Dijo en La Maga que José María Pasquini Durán “fracasó” cuando quisieron sacar la edición de Página en Córdoba. Pasquini Durán era el periodista de mayor experiencia y capacidad que tuvo PáginaI12 en sus comienzos. Y conste que a mí, que lo conocía desde 1974, me echó de la sección Política por diferencias de enfoque y por ser delegado gremial. Eso no me impidió nunca tener un enorme respeto –y afecto, incluso— por Pasquini, porque como periodista era uno de los mejores que conocí a lo largo de mis más de cuarenta años escribiendo en el periodismo gráfico.
Lanata no dijo una palabra sobre Osvaldo Soriano en ese reportaje de La Maga. Soriano fue el único que nos habló acerca de cuál debía ser el estilo de PáginaI12, el que nos enseñó los palotes. Muchos conocen al Soriano escritor, pero pocos –y mucho menos Lanata— parecen recordar que Soriano era periodista desde mucho antes. El y Osvaldo Bayer fueron dos de las figuras que tuvo en su momento Primera Plana, una de las mejores revistas políticas de la historia. Y por supuesto, si se olvida o menosprecia a las figuras que tenía el diario, mucho menos se acuerda de la tropa, que en PáginaI12 comenzaba en esos momentos, a partir de los editores.
El ignora a Alberto Dearriba, a Rubén Furman, a Jorge Llistosella, a Homero Alsina Thevenet (que incluso lo acompañaba a la hora de defenestrar al sindicalismo), a Miguel Briante, a Eduardo Blaustein, a Sergio Resumil, a María Ammi, a Juan Gelman, a Osvaldo Bayer, a decenas, a centenares de periodistas y escritores que “hicieron”, que “hicimos” PáginaI12. Porque un diario, un noticiero de TV, un programa de radio, son productos colectivos, mal que le pese a Lanata y a los figurones de TN y Canal 13.
Los primeros “pirulos de tapa” los escribía Soriano, pero claro, el Gordo, de humilde nomás, nunca los firmaba. Firmaba sus contratapas. En cambio, Lanata firmaba siempre sus pirulos de tapa y hasta fue capaz de firmar la “bajada” de una nota que él ni siquiera había escrito (esto ocurrió, no es un dato alegórico).
PáginaI12 tardó mucho en salir a la calle, más de lo habitual en un diario que, como decían, tenía escasos fondos para mantenerse y una gran necesidad de empezar a cubrir los gastos saliendo a la venta. Y tardó en salir porque había varios que, como Lanata, tenían experiencia y buen nivel cultural, pero para escribir en semanarios, mensuarios o en la Enciclopedia Británica, que sale de tanto en tanto.
Un diario se escribe de hoy para mañana y para eso se necesitan periodistas de experiencia en otros diarios o en agencias de noticias, esos compañeros siempre olvidados por los periodistas “renombrados”. Porque al diario de mañana hay que cerrarlo hoy, en el caso de Página entre las cuatro de la tarde y las diez de la noche, a lo sumo. Los más experimentados “cerramos” a tiempo la primera edición que salió a la calle el 26 de mayo de 1987. Pero las notas “del día”, de ese primer ejemplar, no estuvieron firmadas. Sólo los columnistas, que habían escrito sus cien líneas la semana o el mes anterior, con todo el tiempo del mundo, mostraron sus firmas. Eso provocó el primer revuelo en la redacción: nos ignoraron, a periodistas rasos y a editores. Por eso, en el segundo número del diario, el del 27 de mayo de 1987, por única vez en 26 años de historia, en una de las páginas “de atrás” se publicó el staff completo. Fue una reparación simbólica. Los que duden de lo que digo, pueden consultar la colección de Página.
Lanata afirma, sigue afirmando, que “el” hizo el diario. Yo siempre recuerdo a Ernesto Tiffemberg (entonces subdirector y hoy director) peleando por sacar el diario. Nunca lo vi a Lanata en esa función, la de trabajar. Tiffemberg es otro gran olvidado por Lanata. Ahora Lanata se queja porque lo olvidaron a él, porque le pagaron con su misma moneda.
El hoy vocero oficial del Grupo Clarín tiene varios récords en Página: la cantidad de pocillos de café (con café) arrojados a su secretaria de entonces, sus corridas por un pasillo lateral del viejo edificio de la calle Belgrano para escaparse todos los días temprano (por algo estaban Tiffemberg, Pasquini Durán y el resto) sin participar del cierre. Las corridas de Lanata se producían antes de las 19. Página 12 muchas veces se cierra cerca de la medianoche.
Otro hito de Lanata se dio en una asamblea en la que los editores y la tropa votamos para que se sentara alguna vez en la redacción, que saliera de su oficina de alfombra y sillón rojos. Lo único cercano al comunismo que tuvo en toda su vida. La propuesta votada había salido de los editores, no de los redactores. Ellos querían verlo a Lanata.
Después de esa asamblea, Lanata estuvo tres o cuatro días en un puesto de “combate”. Poco después regresó a las corridas por el pasillo. Ese es Lanata, el de ayer, hoy y siempre. El que dice ser “liberal de izquierda” (no era que los liberales son de derecha), querer un “gobierno joven” en la Argentina (¿qué tan joven, Lanata? ¿un gobierno adolescente?) como si eso por sí sólo pudiera ser la solución. El mismo que afirmaba hasta lo Infinito, en el canal del mismo nombre, que es suficiente un par de decenas de personas para “salvar al mundo”. ¿Ustedes lo ven a Lanata tratando de salvar a alguien que no sea él? Lanata es un gran vendedor de humo.
Muchos de nosotros creemos que hablar de Lanata es hacerle un favor. Yo creo que callar frente a todo lo que está pasando hoy con el periodismo, es un enorme error. Lanata es apenas la punta del iceberg. El Bernardo Neustadt del Siglo XXI.
Y nosotros, los que hacemos los diarios en papel o digitales, los noticieros de TV y de radio, las revistas y todos los medios de prensa, tenemos que empezar a decir masivamente lo que no podemos decir en nuestros medios, “oficialistas” u “opositores”, “públicos” o “privados”.
Y al mismo tiempo, seguir peleando en esos mismos medios para escribir sin censuras todo lo que podemos escribir hoy y lo que podamos escribir mañana. Nosotros “hacemos” esos medios con nuestro esfuerzo, todos los días. Muchas veces nos marginan, pero no tenemos que resignarnos a ser marginales. Tenemos que ser protagonistas del cambio. No basta con la lucha de los compañeros de los medios alternativos. Alternativos o comerciales, los medios están para informar al pueblo, no para desinformarlo o para manipularlo.
Somos los que hacemos el trabajo todos los días. Tenemos que tener conciencia de eso y crear formas de comunicación que nos agrupen, porque no bastan los esfuerzos individuales. Tenemos que juntarnos para publicar, en sitios comunes y comunitarios, todo lo que nos censuran en forma directa o lo que no se publica por cuestiones “de agenda”. Una agenda que demora o relega en forma definitiva la publicación de información importante sobre cuestiones candentes que no tienen cabida en los medios masivos. Miles de nosotros no nos sentimos identificados ni por los opinólogos “oficialistas” ni por los opinólogos “opositores”. Tenemos muchas cosas que decir y muchas veces las decimos, pero en forma individual. Hay que amucharse compañeros y hacer escuchar nuestras voces .
Tenemos que luchar juntos para que la información vuelva a ser creíble. Para que los ciudadanos saquen sus propias conclusiones y no repitan lo que dicen los “renombrados” de acá o los “renombrados” de allá.

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